Reescritura de los Escarmientos de amor moralizados (Sevilla, Manuel Sande, 1628), el Lisardo enamorado salió de las prensas valencianas de Juan Crisóstomo Garriz apenas un año después. Fruto de una reelaboración que afectaría tanto a la arquitectura general –con cambios de veras significativos, especialmente en los últimos capítulos– como a su argumento, Alonso de Castillo Solórzano nos revela aquí toda una estrategia de revisión ideológico-lingüística. Por un lado, el novelista inserta nuevos vocablos (o los sustituye por otros), en pos de una mayor precisión, refina la sintaxis y añade concretas noticias espacio-temporales para que las peripecias resulten más verosímiles; por otro, elimina (o reduce) las pinceladas mitológicas de los Escarmientos –un claro indicio de su separación de la novela culta– y la gavilla de comentarios edificantes que figuraban en la versión primigenia. El libro narra las peregrinaciones de Lisardo, un caballero madrileño que abandona la corte tras herir al que considera su rival por el amor de Gerarda. Durante su viaje, se tropezará con varios personajes que, a su vez, cuentan sus propias historias, convirtiendo el volumen –uno de sus pocos ensayos de «narrativa larga», junto con Los amantes andaluces (1633)– en una suerte de colección de relatos entrelazados. La sutil trama inicial se enmaraña y amplía en virtud de las secundarias, hasta alcanzar el feliz desenlace. Industrioso tejedor de ficciones, Castillo aprovecha todos los moldes narrativos –pero también poéticos y teatrales– que cultivó desde los felices años veinte, mezclando claves que proceden de la novela sentimental, la bizantina, la morisca y la pastoril.
Lisardo enamorado
Giulia Giorgi
2024
Abstract
Reescritura de los Escarmientos de amor moralizados (Sevilla, Manuel Sande, 1628), el Lisardo enamorado salió de las prensas valencianas de Juan Crisóstomo Garriz apenas un año después. Fruto de una reelaboración que afectaría tanto a la arquitectura general –con cambios de veras significativos, especialmente en los últimos capítulos– como a su argumento, Alonso de Castillo Solórzano nos revela aquí toda una estrategia de revisión ideológico-lingüística. Por un lado, el novelista inserta nuevos vocablos (o los sustituye por otros), en pos de una mayor precisión, refina la sintaxis y añade concretas noticias espacio-temporales para que las peripecias resulten más verosímiles; por otro, elimina (o reduce) las pinceladas mitológicas de los Escarmientos –un claro indicio de su separación de la novela culta– y la gavilla de comentarios edificantes que figuraban en la versión primigenia. El libro narra las peregrinaciones de Lisardo, un caballero madrileño que abandona la corte tras herir al que considera su rival por el amor de Gerarda. Durante su viaje, se tropezará con varios personajes que, a su vez, cuentan sus propias historias, convirtiendo el volumen –uno de sus pocos ensayos de «narrativa larga», junto con Los amantes andaluces (1633)– en una suerte de colección de relatos entrelazados. La sutil trama inicial se enmaraña y amplía en virtud de las secundarias, hasta alcanzar el feliz desenlace. Industrioso tejedor de ficciones, Castillo aprovecha todos los moldes narrativos –pero también poéticos y teatrales– que cultivó desde los felices años veinte, mezclando claves que proceden de la novela sentimental, la bizantina, la morisca y la pastoril.I documenti in SFERA sono protetti da copyright e tutti i diritti sono riservati, salvo diversa indicazione.